El camino del lobo

El lobo solitario en las montañas

Hace varios meses que quiero entrar en detalle y escribir sobre los cambios que hice en mi vida.

Desde que empecé a meditar y dejé de comprar marihuana, tengo este sentimiento de presión dentro de mí que me incita a obedecer religiosamente el mandato de los buenos hábitos, y evitar a toda costa la tentación pecaminosa del placer inmediato.

Meditarás todos los días.

Entrenarás 5 veces por semana.

Leerás diariamente y escribirás tus pensamientos más profundos.

Cuidarás tu alimentación y evitarás a toda costa la creación demoníaca que es el azúcar.

Te mantendrás sobrio de las adicciones mundanas — afuera de tu vida deberán estar las drogas, las redes sociales y los videojuegos.

Y podría hacer que esta lista parezca eterna (y psicopática) si incluyera aquellos mandatos que hacen que mis amigos más cercanos me miren con cara rara cada vez que los menciono.

Día tras día me despierto con la lista de tareas en mi cabeza, convencido de que con el correr de los años podré llevar mi vida a un extremo inconcebible de salud física y mental. No cambiaría esta ideología por nada en el mundo, y que no me vuelvan a encontrar ahogado en frapuchinos y porros mañaneros.

De todas formas, existe una realidad que vá más allá de estos proyectos de grandeza, y en esos días en los que me levanto con un golpe duro de la misma, el concepto de productividad parece una ilusión lejana que no vale la pena perseguir.

Cada vez que pierdo una de estas batallas contra mis emociones, mis ojos se cierran ante mis logros y mis oídos no escuchan la razón, porque a mi alrededor sólo se puede ver un vacío y en mi casa sólo se oye el silencio.


La realidad es que el crecimiento personal me llevó por un camino solitario.


Llegó un momento en que sentarse en el sillón de casa cruzado de piernas y con los ojos cerrados se volvió más tentador que ir a la plaza con los pibes a fumar unos canutos.

Hubo una época en la que me rehusé completamente a usar Instagram, con el fin de escapar de la conectividad masiva que se volvió la norma en la última década.

Cuando las personas se me acercaron y me dieron una oportunidad para entrar en sus vidas, me encerré en mi cabeza y me limité a seguir las instrucciones para un futuro millonario.

La introspección, la ambición y la obsesión fueron las herramientas que utilicé para darle a mi vida un giro 360, uno que mi yo del pasado jamás hubiera creído posible, pero poco sabía que me estaba dejando de lado una gran parte de mí.

Mi mejor amigo, con quién crecimos juntos desde los 7 años, siempre me dijo que admiraba mi facilidad para relacionarme y hablar con los demás.

Mi madre me recordó hace poco las emociones que provocaba en los casamientos de mis tíos cuando me robaba el escenario para leer las cartas que les había escrito a ellos y a sus parejas, a los 8 años.

Y yo mismo me dí cuenta de que los dos años que trabajé en Starbucks fueron de los mejores de mi vida; no por el sueldo mínimo ni por la limpieza semanal de las graseras, sino por las hermosas relaciones humanas que pude cultivar en ese tiempo.

Si te atrevieras a entrar en este plano de consciencia y te pusieras a investigar sobre cómo funciona de verdad el mundo que te rodea, vas a descubrir que el proceso puede ser algo engañoso.

Por un lado, te podés ver impactado por las realizaciones existenciales de que tus pensamientos no definen quién sos, que la atención es la moneda más valiosa y tu herramienta más desperdiciada, y que sólo tenés el presente y deberías vivir en él.

Por otra parte, te vas a dar cuenta de que a la gran mayoría de las personas no les interesan estos descubrimientos que para vos son tan revolucionarios, y que cuando naturalmente te pongas a hablar de algo medio flashero de más, pocos van a entender qué carajos es lo que estás diciendo.

Esta es la parte en la que te pido que no cometas los mismos errores que yo.

Por más tentador que sea cuando todos estén hablando de la última trend en TikTok, o tu grupo quiera ir a comer a McDonald’s, o tu amigo cervecero te diga que está luchando por ponerse en forma, te lo pido por favor, evitá sentirte superior.

Sin importar lo disciplinado que seas en tu día a día, las cantidades de plata que estés haciendo, lo mucho que estés levantando (ya sea de pesas o de personas) o lo fácil que sería para ellos mejorar sus vidas, mantenete humilde, porque ese es el último desafío.

Si recorriste el camino de aprender a estar solo y conocerte a vos mismo, sabrás que diste un paso esencial que seguro fué muy difícil.

Si también pudiste desarrollarte como ser humano y estás haciendo algo útil de tu vida, te felicito, el mundo necesita de más individuos como vos.

Ahora, si además de todo esto, podés estar presente en las vidas de los demás, los hacés sentir bien sobre ellos mismos, y estás agradecido de que estén en tu vida y se los hacés saber, sos de verdad un capo.

Pero si elegís encerrarte en tu zona de confort y creer que el éxito no conoce la empatía y la amabilidad, haceme caso.

Va a llegar el día en que te canses de ser el único que aprecia tus logros.

Va a llegar el día en que te gustaría tener un compañero a la hora de entrenar.

Va a llegar el día en que vas a preferir decirle “que lindo que sos” a alguien que no esté detrás de un espejo.

Va a llegar el día en que esa persona no va a estar, y te vas a arrepentir de no haberle dicho lo que significó para vos.

Va a llegar el día en que ponés tu ego a un lado, y te das cuenta de que las relaciones lo son todo.

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